Desde la promulgación de la Ley de Cine Núm. 108-10, es necesario afirmar que la industria cinematográfica ha tenido un incremento impresionante. Tanto a nivel de cantidad como de calidad, nuestra industria se ha abastecido de un gran catálogo cinematográfico, desde comedias populares que se acentúan con gran estimación en el público local, hasta películas más independientes con un enfoque mayor a audiencia de festivales y crítica. Esto también ha hecho que el país se muestre como el escenario idóneo para que producciones internacionales se inserten en la producción de sus proyectos. Como lo ha vendido el mismo Ministerio de Turismo, “RD lo tiene todo”.
Pero, ¿cómo es posible que un pueblo tan rico en cultura, escenografía y diversidad no ha podido desarrollarse en un género tan popular como lo es el género de terror? Es cuestionable que, de todos los géneros que conllevan un tratamiento, estética y hasta un trabajo de postproducción más elaborado, el terror ha sido el que menos se ha insertado en el catálogo dominicano.
En el año 2019, previo a la pandemia mundial que provocó el cierre masivo de los cines, tan solo una de las 23 películas estrenadas era de terror, predominando los géneros del drama, comedia y romance. Y ya una vez las salas volvieron a tomar auge en un reforzado 2021, tan solo “La Bruja” de Ronny A. Sosa fue la única estrenada ese año y la última película dominicana de terror que se ha presentado en los cines fue “Jupía” de Leticia Tonos y José Gómez De Vargas. Aunque hay algunas producciones de este género que amenazan con ser próximamente estrenadas, la pregunta sigue siendo ¿por qué el auge es tan leve?
Antes de responder esa interrogante, es importante evaluar factores que inciden en el momento de realizar una película de terror, como el tipo de terror que se quiere realizar, ya sea sobrenatural, slasher, found footage, gore, psicológico o creepy pasta; el nivel de exigencia que conlleva crear las atmósferas terroríficas, tanto a nivel actoral y técnico, como a nivel narrativo y de postproducción; la publicidad que se le da a ese producto, desde el cuidado de sus materiales audiovisuales promocionales hasta el press tour que reciba. Uno muy significativo que debe ser separado del resto es el factor audiencia y cómo se llega a esta, pues, aunque uno debe aceptar la realidad de que el público local aclama más películas de dramas familiares y comedias, el género de terror es uno muy querido si está bien pulido.
La respuesta final a la interrogante es que es muy difícil ver un próximo auge en este estilo, debido a que no hay un interés real de desarrollar este género, sobre todo cuando las producciones locales todavía no han podido llenar los zapatos del género, con propuestas que apenas pueden considerarse películas de terror y cineastas que aún no pueden diversificarse a un género tan específico en sus arquetipos, tono y temas.
La realidad es que el cine latinoamericano, gracias a sus leyendas urbanas y religiosas, pudiese ser la meca del cine de terror. Pero la otra gran realidad es que el cine de terror es una obra de arte cuando está bien pensada y realizada.
Dejando a un lado los elementos básicos que la industria de Hollywood le ha insertado, como el exceso de sangre, los jump scares y los twists finales aparentemente inesperados, este es un género mucho más intencional, puntual y pensado. Tiene su ciencia, fórmula y mecánica. Y no solo se desarrolla para asustar a la audiencia, sino para provocar una reflexión en base al tratamiento de la historia y adentrarse en el pensamiento de sus personajes, sobre todo en la del antagonista.
Un excelente y muy reciente ejemplo es la pieza “Men” del director Alex Garland, la cual (y sin ánimos de dar muchos spoilers sobre esta oscura pero muy entretenida cinta) evalúa el concepto de la misoginia y cómo todos los hombres realmente son iguales. Pero si un cineasta la piensa desde una postura puntual para asustar a la audiencia, simplemente se verá cómo una mujer es acosada por todos los hombres del pueblo, por el simple hecho de ser mujer.
Si hacemos el mismo ejercicio en películas dominicanas de terror, es difícil ir más allá de la sinopsis inicial y el tratamiento básico de la historia. En el caso de “La Bruja”, no existe un mensaje final que se pueda atar a la audiencia, más allá de la idea de que la bruja volverá. No hay un pensamiento o un análisis de su propio autor donde se establezca cómo esta historia, que pudiese estar inspirada en la misma creencia local que se tiene sobre las brujas, también se adentra en el pensar y actitud de su audiencia.
Con esto no se considera que la industria dominicana sea incapaz de traer alguna película de terror interesante o incluso que pueda desarrollarse. Seguro esto mismo se pensaba de géneros como la fantasía y la acción, y ya se ha visto un avance y tratamientos que sobresalen en la cartelera. Lo que hace falta es intención autoral: que los directores que están interesados en crear películas de terror se sienten a pensar sus historias antes de llevarla a formato de guión o presentárselas a un productor. Localmente aún se cree en la leyenda de que, mientras más rápido hagas una producción, más probabilidades tienes de darte a conocer. La realidad es que, mientras más inteligencia y capas tenga una historia, más sobresaliente será, y no solo para llegar a los festivales o al buen lado de los críticos, ¡sino también para destacarse entre la audiencia y sacar algunos comentarios que por lo menos exclamen “¡wow!, esa película me dejó pensando”.
Lo otro que hace falta, y quizás lo más importante, son autores que realmente quieran destacarse en este género. Cada director tiene su estilo, y el cine de terror es muy particular. Es fácil distanciarse de él si no se ve mucho éxito, pero cuando se da en el clavo y se crea la fórmula perfecta, es muy difícil saltar a los demás. Si no lo creen, pregúntenle a directores como Jordan Peele o James Wan.
“Andrea” del 2005 sigue siendo el gran único ejemplo de cine de terror dominicano, pues, a pesar de su extremadamente bajo presupuesto y efectos visuales decaídos, es una película que tiene la mezcla idónea para envolver a su audiencia. Si los cineastas de esta generación, con las tecnologías y posibilidades actuales, pudiesen sentarse un momento a pensar bien en sus historias de terror, aquellas que no se atreven a hacer por caer en la mala suerte que este género parece tener en nuestra industria, es muy posible que el cine dominicano de terror pudiese ser algo prometedor.
Catedrática de Cine en: PUCMM: Lic. En Comunicación Audiovisual y Artes Dramáticas.